dilluns, 17 de març del 2008

Homenaje a Jordi Solé Tura

Fue excepcional. Tenía muchas esperanzas depositadas en el documental "Bucarest, la memòria perduda" que emitió TV3 el domingo. Pero mis expectativas fueron superadas con creces. Sabía lo apasionante que había sido la vida de Jordi Solé Tura. Sus memorias me encantaron. Como se transformó de estudiante modelo en comunista convencido, de locutor de Radio Pirenaica en Bucarest a disidente de la ortodoxia estalinista instalada en el PCE. Pasando por su etapa en París, la fundación de Bandera Roja, su papel como padre de la Constitución española, o su larga etapa de parlamentario o de Ministro de Cultura de Felipe González. Desgraciadamente, conocía lo de su demencia. Le invité a dar una conferencia en mi ciudad hace unos años. Evidenció en su parlamento que tenía grandes lagunas de memoria, aunque, sin duda, la enfermedad estaba todavía en un fase incipiente. El documental, guionizado, dirigido y coproducido por su hijo, Albert Solé, está muy bien hecho. No sólo describe don detalle y agilidad toda la peripecia vital de un político que ha hecho historia, sino que aborda desde un inmenso amor el dolor por el padre o el compañero que está perdiendo su memoria. Nunca me olvidaré de su mirada de agradecimiento el día que le acompañé a su casa después de la conferencia. Una mirada franca que vi que no ha perdido ni perderá. Una mirada como la de aquel joven soldado republicano al escritor falangista Rafael Sánchez Mazas en la novela "Soldados de Salamina". Un instante, clave en libro, que recogió muy bien David Trueba en la película homónima. Pienso que he tenido la inmensa suerte de haberlo conocido ni que fuera por unas horas. Con Lluís Companys y Salvador Allende, Jordi Solé Tura ya tiene un sitio en la galería de personalidades políticas a las que admiro.