dimecres, 23 d’abril del 2008

El futuro de Italia


¿Hacia dónde vas Italia? Nos lo preguntamos muchos de los que conocemos y amamos al maravilloso país transalpino. Sin duda, es el país de Europa que más se parece a España. Pero si hace no muchos años los italianos estaban muy por encima de los españoles, hoy las tornas se han invertido. No sólo superamos ya a Italia en PIB per cápita, si no que tenemos una economía más dinámica y un sistema institucional más estable.
No se podría explicar la brillante historia reciente de este país sin entender la contribución tan decisiva al buen funcionamiento del Estado de las dos fuerzas políticas históricamente hegemónicas. La democracia cristiana como partido de gobierno y el Partido Comunista más poderoso de Occidente como oposición. Los comunistas no sólo respetaron el sistema democrático, sino que fueron capaces de evolucionar del estalinismo a una suerte de comunismo democrático o "eurocomunismo", según formularon en su día Enrico Berlinguer o el mismo Santiago Carrillo. Pero el nuevo Partido Demócrata, que nació con vocación de hegemonía en el ámbito del centro-izquierda, no es ni la sombra de lo que representó el PCI en el imaginario colectivo de la izquierda. El gobierno Prodi ha caído por su propia ineficacia.
Pero, ¿qué panorama tenemos a la derecha? No es que sea muy ilusionante. Creo que el electorado ha elegido cambio por puro hastío. Porque del cóctel que forman el telegénico Berlusconi, el posfascista Fini y el ultra-federal Bossi difícilmente saldrá un gobierno capaz de afrontar con garantías los retos que tiene el país. La realidad hoy es que el crimen organizado sigue insertado en lo más profundo del sur -unas regiones que lejos de converger con el rico e industrioso norte parecen alejarse sin remedio de la senda del progreso-, que la economía sumergida representa cerca del 35% de la riqueza del país y que el sistema político no genera confianza en la ciudadanía. Contra tales males sólo caben grandes remedios. Son necesarios pactos de Estado entre los dos polos políticos. Para acordar unas reglas de juego político claras y con vocación de permanencia, para sacar a flote la que sigue siendo una de las economías más potentes del mundo, para que Italia continue como uno de los pilares de una Europa cada vez más unida, próspera y democrática.