dimecres, 15 d’octubre del 2008

Comer en tiempos de crisis


Proliferan cada vez más en Barcelona establecimientos de restauración caracterizados por hacer realidad el viejo aforismo del bueno, bonito y barato. Agrupados normalmente en cadenas, ofrecen una gastronomía aceptable, a unos precios casi imposibles, un servicio diligente y amable, y entornos familiares y agradables. He de reconocer que el restaurante mejor decorado de Barcelona, a mi criterio, pertenece a uno de estos grupos. Y créanme que he estado en muchos, de todo tipo y condición.
Desconozco, por otra parte, si ésta es una idea autóctona o es importada de otro país. Agradecería que alguien me iluminara al respecto. En Nueva York, Londres o París no he visto nada similar. ¿Cuál es el misterio de tan excelente calidad-precio? Evidentemente centralizar las compras, tener garantizado el lleno todos los días y en diferentes turnos, y centrarse únicamente en platos hechos con productos de precio moderado. Evidentemente ni nos sirven lubina salvaje, ni carpaccio de vieiras, ni solomillo de Irlanda, ni arroz caldoso de bogavante ni pulpitos de playa salteados. Pero sí podemos degustar sabrosos platos en raciones generosas y, en algunos casos, con un punto de creatividad. Quién es capaz despreciar unos macarrones con una salsa de tomate que sabe a tomate, unos huevos estrellados que no tienen nada que envidiar a los de Casa Lucio, unas excelsas y sencillas sardinas marinadas o una hamburguesa de solomillo jugosa (a mi gusto) y bien acompañada. Por no hablar del tiramisú o la crema catalana de alguno de estos sitios.
Por tanto, este segmento de mercado hace de Barcelona una ciudad todavía más puntera en cuanto a oferta gastronómica, popularizando las comidas de calidad y a un precio atractivo. Porque la oferta de restaurantes de alta gama es cada vez más larga y más que “apetitosa”. Además de haber también muchísimos establecimientos, la mayoría familiares, con una excelente relación calidad-precio. Conclusión: realmente hay que andar muy despistado para comer mal en Barcelona. Además, a quien corresponda, sería bueno hacer una marca turística que identifique los locales con un mínimo de calidad. Porque molestan hasta a la vista los establecimientos cutres que hay en los sitios más turísticos y que sirven ¿paellas? y presuntas tapas a unos precios además no especialmente baratos.