dilluns, 22 de desembre del 2008

Harto de la lotería


Un año más el sorteo de la lotería de Navidad copa casi por completo el espacio de los medios de comunicación. Yo, hace ya algún tiempo, me declaré objetor al respecto. Apenas he jugado nada y menos jugaré el año que viene. Es un guión sin lugar a la sorpresa. Volvemos a leer y a escuchar la misma sarta de tópicos de todas las Navidades: que si el premio está muy repartido, que si ha tocado en un barrio humilde, que si la compra de décimos se ha doblado allá donde ha habido una desgracia, que si ha tocado un quinto premio en la Bruixa d’Or, que si me devuelven el dinero de una participación de dos euros de una asociación cultural de Burgo de Osma.
Lo odio, primero, porque es un juego complicadísimo, deliberadamente oscuro: con sus décimos, participaciones, billetes, pedreas, donativos, gordos y menos gordos. Todo el mundo habla pero creo que pocos saben. Y, segundo, lo odio porque es un juego aristocrático, el premio es proporcional a la cantidad que juegas. Sólo ganan los ricos. La primitiva es más democrática, con un euro pueden tocarte millones. Y por si no fuera poco calvario viene después la puntilla del Niño para hastiarnos por completo.